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Todo tiene un sentido

Todo tiene un sentido, el sentido es todo. Pequeña o grande, cada cosa tiene un sentido existencial. Podemos ser conscientes del sentido o no, pero eso no modifica esta regla primordial que rige a toda la creación por igual unificándola. El sentido es la razón de la existencia de cada cosa y de todas las cosas. Sabios filósofos nos han heredado desde la Antigüedad el concepto de que —simbólicamente— el universo material es el cuerpo físico del todo absoluto, y que en ese vasto y magnificente cuerpo solo existe la vida; de que todas las cosas —conocidas o desconocidas por el hombre— son en sí mismas algún tipo de manifestación de vida. Cuanto más densa, más parecida a lo que llamamos materia. Cuanto más sutil, más similar al concepto de energía. En esa gran energía-forma todo se mueve, todo vibra, todo fluye y refluye, todo cambia evolucionando, todo vive, todo es. Y todo lo que es tiene un sentido. Algunas veces evidente, otras veces inadvertido u oculto bajo innumerables capas de sincronicidad y relaciones profundas, sutiles, en su amplia mayoría imperceptibles para el ser humano debido a los límites de su imaginación, comprensión y conciencia.

¿QUÉ ERES TÚ?
Si alguien te hiciera seriamente esta pregunta, si te cuestionaras esta idea, ¿qué responderías? ¿Eres lo que ves, tu cuerpo? ¿O —con el Principito— coincidirías en que «lo esencial es invisible a los ojos»? ¿Guardarías un filosófico silencio, convencido de que el Ser no puede ser expresado a través de palabras? ¿Eres solamente un frágil mamífero evolucionado habitando la superficie del pequeño geoide llamado Tierra, perdido en un alejado extremo de esta galaxia espiralada y danzante de un enorme y desconocido universo, o eres un espíritu viviendo —al menos aquí y ahora— esta experiencia humana? ¿Eres el actor o el personaje? Esta respuesta es muy importante ya que lo que eres tiene que ver con tu sentido.
TODO ES ESPÍRITU
Un espíritu es un núcleo de vida, una parte del todo absoluto, amor puro, una chispa de la luz eterna. Los espíritus somos eternos, porque conservamos las mismas cualidades que el absoluto —del que somos partes pequeñas—. Los espíritus somos células cualitativamente iguales al todo, pero cuantitativamente diferentes, tal como una gota del océano es al océano. Ya que la naturaleza del absoluto es atemporal, los espíritus también lo somos, por lo que en este contexto (a nivel espiritual) es correcto afirmar que nunca hemos nacido y que jamás moriremos, del mismo modo que somos uno con el todo. Debido a que un espíritu es una entidad viviente, inmortal e inmaterial, por naturaleza le es imposible experimentar directamente aspectos de la creación material como las sensaciones, que son percibidas principalmente mediante los sentidos, o las emociones que resultan de su elaboración. Es por ello que un espíritu necesita de un cuerpo material para vivenciar y experimentar las cualidades del mundo de la materia y desarrollarse, conocerse y aprender de sí a través del reflejo de sus actos, y realizar paso a paso un profundo proceso transformador que además es imposible de completar en una sola vida física.
EL SENTIDO DE NACER
Al nacer en un cuerpo físico (encarnar)* los espíritus cumplimos con un sentido: experimentar en carne propia, vivencialmente, determinadas experiencias. Al participar en diversas vivencias directamente, apreciando sensaciones y emociones, aumentamos gradualmente nuestra conciencia, maduramos, nos conocemos a nosotros mismos más y más profundamente. Por eso a nivel espiritual todo es visto como un ensayo más, como información, experiencias y sucesos libres de juicios o etiquetas que son aplicadas en el nivel que llamamos realidad por razones de compresión, discernimiento, orden y organización, aunque en el estrato espiritual todo sigue siendo contemplado como experiencia, ni buena ni mala, pura manifestación del Ser, más allá de la dualidad. En el nivel espiritual no existe la culpa, sí la responsabilidad; no existen el acierto o el error, solo la experiencia; esos conceptos le impedirían al espíritu manifestarse con verdadera libertad y experimentar-experimentarse. Sucintamente los dos desafíos más grandes e importantes a los que los espíritus nos enfrentamos al venir a la manifestación material o vida física son el aspecto vivencial y el material. El aspecto vivencial tiene que ver con el relacionamiento que experimentamos en variadas formas e intensidades, especialmente considerando que los seres humanos —gregarios— convivimos con otros y también con diversas formas de vida. El aspecto vivencial incluye a progenitores, familiares, amigos, educadores, compañeros, vecinos, colegas, parejas, compatriotas, correligionarios, mascotas. Inevitablemente incurrimos en relacionamientos —y sus consecuencias— al transitar por las diferentes etapas de nuestra vida humana. El aspecto material se desarrolla a través de las necesidades materiales a las que nos somete la propia realidad física, además de aquellas seudonecesidades que nosotros mismos hemos sabido procurar, por ejemplo todos los elementos que intervienen en la consecución y el mantenimiento de la alimentación, el abrigo, la higiene, el descanso, la salud, la comunicación, la formación y la educación, la seguridad, el entretenimiento. Posiblemente el invento de mayor impacto en este aspecto sea lo que llamamos dinero: una forma básica de intercambio de energía. Las fases más importantes por las que transitamos en cada vida humana, enfrentando las experiencias vivenciales y materiales son: encarnar y nacer; crecer, aprender, experimentar y desarrollarnos; dejar el cuerpo y volver a nuestra forma natural para proseguir avanzando hacia otros escalones o volver a repetir el proceso para completar las experiencias no vivenciadas o vivenciadas en forma incompleta (nótese que ex profeso hablo de experiencias y no de aprendizajes, pues el espíritu desea experimentar en el plano de la realidad lo que sabe por naturaleza, pero no necesita aprender nada). Todo lo que en nuestra vida es un misterio nebuloso, incluso la planificación de los acontecimientos más trascendentes, es certeza y claridad para nuestro espíritu, que elige —desde su nivel de conciencia— dónde, cómo y cuándo venir en cada oportunidad para proveerse las circunstancias y el contexto que necesita con relación a aquello que desea experimentar (el sentido). Ambas experiencias (la vivencial y la material) y las tres fases del proceso humano (venir, experimentar y partir) están pensadas únicamente para brindarnos un contexto en el cual los espíritus podamos zambullirnos y expresarnos en el mundo físico y experimentarlo desde variados ángulos. En verdad esto es lo único que se espera de nosotros, todo lo demás es charlatanería que en nuestra ceguera hemos incorporado a lo largo de los tiempos, pero que poco nos ayuda en el proceso, ya que en lugar de simplificar y alivianar, nos empuja hacia necesidades creadas, banalidades y superficialidades sin sentido, y nos aleja de la apertura profunda hacia el autoconocimiento y el amor verdadero que surgen de la simple experiencia, lo único que verdaderamente es.
EL PROPÓSITO DETRÁS DEL SENTIDO
En el caso de los seres vivientes —de alguna manera todo es algún tipo de forma de vida— existe el sentido y existe el propósito. El sentido es la razón existencial inmediata y presente, mientras que el propósito es la razón existencial profunda y ulterior. Al conjunto de sentidos hilvanados que un alma encara en sus diversas experiencias materiales o físicas lo llamo propósito. Usualmente es un proyecto que excede con creces nuestra comprensión humana, y que se encuentra cuidadosamente inscrito en los niveles más profundos de cada Ser. Los sentidos pueden ser distintos cada vez, pero siempre estarán alineados con un propósito determinado, así como es único y diferente cada uno de los pasos de una receta que finaliza con el plato elaborado. Ni mejor ni peor, cada pequeño paso es indispensable e importante para alcanzar la meta.
El sentido tiene que ver con una vida; el propósito tiene que ver con la vida.
Cuando una persona se desorienta y su vida toma un curso que no necesariamente contribuye al sentido de su espíritu, surgen alarmas que tienen un objetivo específico: ayudarla —gracias al cuestionamiento y a la movilización que se generan— a recordar quién es y el sentido de su momento presente (a qué ha venido) para que pueda retomarlo. Esas alarmas —que pueden manifestarse como grandes crisis de miedo, confusión y desorientación, ansiedad, ira, desaliento o desánimo— tienen un fin constructivo: nos permiten detenernos, despertar y cambiar.
La verdadera libertad nace del conocimiento profundo de sí.
Encontrar el sentido debería ser uno de nuestros primeros objetivos en la vida, pues es lo que nos habilita una existencia plena, dichosa, fluida, abundante y saludable, en contacto con nuestro espíritu. Sencillamente y desprovista de accesorios y profundizaciones, la espiritualidad en sí misma podría resumirse en hallar el sentido y seguirlo con determinación. Esto debería ser el foco principal —si no el único— de las enseñanzas espirituales, magistralmente resumidas en el sintéticamente profundo aforismo griego «conócete a ti mismo», inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos.
La felicidad plena proviene de la simpleza, porque la simpleza es el espejo predilecto del Ser.
ONCE PELDAÑOS PARA MEDITAR
La luz del gran espíritu es básicamente amor. La luz de nuestro espíritu es luz del gran espíritu. La sede de nuestro espíritu es la luz en nuestro corazón. La luz en nuestro corazón es lo que realmente somos. Todo intento de hallar la luz en nuestro corazón es sagrado. Todo intento de hallar la luz en lo externo es básicamente inútil. Aquello que distrae y aparta de la búsqueda es inútil. El amor y su búsqueda tienen sentido. El amor se expresa y se manifiesta de formas infinitas. En las formas infinitas del amor hay múltiples sentidos. El sentido de todos los sentidos es el propósito. * La reencarnación se mencionaba en la Biblia (Nuevo Testamento) hasta los tiempos de Constantino, cuando los romanos la censuraron. Es un principio esencial en el misticismo judío, en el hinduismo y en el budismo, e incluso es investigada científicamente por reconocidos especialistas como el doctor Brian Weiss o el doctor Deepak Chopra.]]>

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