«Los ganadores no tienen miedo a perder; los perdedores sí. El éxito es un proceso y el fracaso forma parte de él. La gente que evita el fracaso sin darse cuenta también está evitando el éxito».
La vida no es una línea recta y el camino está plagado de obstáculos: hay crisis, errores, fracasos, dudas, bajones emocionales, deslealtades, injusticias… Todo eso está ahí para ponernos a prueba y hacernos crecer. Lo hemos repetido en más de una ocasión: los obstáculos son la forma que tiene la vida de ver si queremos lo que decimos que queremos, de distinguir entre los que dicen que quieren algo de los que realmente lo quieren: los primeros, desisten; los segundos, insisten.
Quien no fracasado, no ha vivido… y no ha aprendido. Como decía Simon Bolívar: «El arte de vencer se aprende en las derrotas». También el Mariscal Turenne apuntaba: «Es preciso haber sido derrotado dos o tres veces antes de poder ser alguien». Todavía no se ha inventado un juego en el mundo en el que uno pueda ganar si no juega, y cuando uno juega, ya se sabe, a veces se pierde, no hay otra. ¿Escuece? Sí, y a veces mucho. ¿Hay otra alternativa? Yo no la conozco.
«Hay que fallar cien golpes en la herradura para acertar una vez en el clavo».
El miedo al fracaso es grande en el ser humano. O mejor dicho: el miedo al ridículo, porque el fracaso es la norma y el éxito es la excepción. La gente asume que las cosas pueden (y de hecho suele ser así) ir mal: uno monta una empresa y la tiene que cerrar; se casa y se tiene que divorciar; se va al extranjero a conquistar el mundo y se tiene que volver a casa porque no ha sacado los proyectos adelante… La pregunta es: ¿Por qué entonces la gente tiene tanto miedo a equivocarse?
Porque cuando arriesgas y te equivocas, la gente te critica, te señala, te dicen el clásico ‘ya te lo decía yo’, ‘para que te complicas’, ‘eso se venía venir’… Del árbol caído todo el mundo hace leña. Nada nuevo bajo el sol. De ello también habló Dani García que contó anécdotas de cómo muchas personas hacen depender su felicidad de los tropiezos de los demás. Esas personas son los ‘perdedores profesionales’, gente que sube a base de bajar a los demás, para estar un poquito más cerca de ellos.
Cuando no arriesgas y no tomas decisiones, las cosas no pueden ir mal, y por tanto, nadie te puede atacar. Eso sí, a costa de renunciar a crecer como persona y como profesional. La mayoría de la gente prefiere ser mediocre sin sufrir, a crecer sufriendo el proceso de la vida y avanzar.
Para triunfar hay que aprender a manejar el fracaso. Hay que tener personalidad para aguantar el embiste de críticas y opiniones que vienen de todos los frentes: de los no-cercanos (que son las que menos afectan) y de los cercanos (que son las que más afectan). Mantener el tipo para no entrar al trapo y contestar a todos mientras uno sigue en su guerra particular y sigue escalando la montaña. Tener resistencia emocional, ser mentalmente fuerte, porque a nadie nos gusta escuchar críticas. Como decía Dante Gebel, y así aparece recogido en Tu futuro es Hoy: