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Por qué no la alegría…

Corren tiempos duros, donde casi todo lo que no es imprescindible parece frívolo. Me cuesta hablar del tema, como si nombrarlo fuera hacerlo definitivamente real. Ayer me fui sintiendo un vacío dentro, como si alguien muy querido hubiera sido condenado a muerte y después de mil tratamientos solo quedara dejarle morir dignamente. Ese es mi problema que no me resigno. No me resigno a que se destruyan libros… Y quería llorar y no tenía donde, ni siquiera unas gafas de sol donde esconderme así que me compré un helado de chocolate de cuatro pavos y por un rato me sentí mucho mejor. Es como si el libro sufriera el destino de algunos de sus protagonistas, de muchos de nosotros hoy. No tiene donde vivir. Si se quedan donde están van a morir, si saltan una valla van a ser ilegales y apaleados… me gustaría salvarles, darles una oportunidad, una nueva vida… sé que es difícil pero me gustaría intentarlo. Puede parecer un consuelo que no los quemen, que solo los guillotinen para hacer libros nuevos, otras palabras, otras historias que nacen de mis palabras y mis historias o de sus restos ¿sobrevivirá al menos tu dedicatoria? Pero no lo es, en absoluto, ni que fuera un consuelo que al cuerpo amado se lo vayan a comer los gusanos ayudando a abonar la tierra, a que quizá crezca un almendro que florezca pronto… Me sumerjo en el Facebook y me encuentro con las esperanzadoras fotos de una amiga, el álbum se llama “haciendo búlder con mamá”. Mi primer pensamiento ha sido si mi hija colgará algo así alguna vez… la miro dormir, como tantas veces la he visto dormir, cargando sobre sus diminutos hombros con sus tres años recién cumplidos. Cargando con la vida. Con su ser Filosófico que puede serlo independientemente de su edad, de su desarrollo intelectual, solo porque posee la condición de asombrarse y la capacidad de plantearse preguntas fundamentales. Quizá nunca sea tan filósofa como ahora mismo. No puedo evitar susurrarle “eres mi alegría”. Y me levanto de su lecho y me pongo a hacer la lista de la compra y sigo sin responder ninguna de esas preguntas fundamentales que ella se plantea y que sigo planteándome. Empiezan los recortes por aquí y por allá… parece que solo es necesario definir lo imprescindible, hacer un listado de lo más imprescindible, lo muy imprescindible, lo algo imprescindible, lo irremediablemente imprescindible. Qué sería del mundo sin lo que podemos sobrevivir pero no podemos avanzar. Sin lo que podemos estar pero no podemos ser. Sin lo que no podemos soñar ni anhelar ni sonreír ni huir de esa muerte de esa quema… no hablo de bienes materiales, no hablo de comprar lo que no necesitas con un dinero que no tienes, no hablo de economía, realmente no pensaba hablar de economía. Pensaba hablar del tiempo que al final siempre resulta insignificante (tres años, treinta, trece, trescientos…) de la maldita lista de la compra en la que he tachado el chocolate porque no es imprescindible. De por qué sigo sin encontrar respuestas o quizá dejé de plantearme las preguntas hace tiempo… de por qué destruyen los libros, de por qué nos hacemos tanto daño, de por qué no la alegría. Solo la alegría. Pati Blasco]]>

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