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La vida y la escritura

La vida es como la escritura, cuanto más la practicas, más te gusta. En el mismo momento en el que nacemos abrimos con dos puntos nuestra existencia: este soy yo y a partir de aquí existo. Así como nuestros padres nos hacen abrir capítulo, sin tan siquiera preguntar si estamos de acuerdo, el punto final de nuestra vida tampoco lo ponemos nosotros. Nuestro último párrafo puede llegar en cualquier momento, de ahí la adicción a lo efímero de la vida. Nuestra primera palabra abre comillas y nuestro último suspiro las cierra. Ser niño es mirar la vida con un símbolo de interrogación en un ojo y el de admiración en el otro, es una constante sorpresa, una pregunta abierta, una sonrisa permanente y un llanto sin motivo. Los días acaban en punto y coma porque la historias del ayer tienen continuidad mañana. El castillo hecho con cajas en los arbustos del parque mañana será una mansión, y al otro una nave espacial. Mientras que la infancia es leer un párrafo con mil lecturas e intentar buscarle el sentido a cada palabra, la adolescencia es una pregunta sin respuesta, una búsqueda constante del sujeto de la frase principal. Es despertarse con la sensación de que el siguiente capítulo va a ser peor que el anterior y de que el libro no tendrá un final feliz. Si la infancia es la fascinación más absoluta por lo que ignoramos, la vejez es el desconocimiento lógico por lo que vendrá. Así que, visto así, el ser humano ignora en el principio y en el fin. Pero entre medio hay algo llamado madurez, que abre y cierra paréntesis, así como abre y cierra puertas y apuntala ventanas. En cuanto la responsabilidad de mantener un trabajo y proteger una familia nos invade, el ser humano se encierra en sí mismo hasta que la presión se desvanece. Es el parénteis de la vida. Es una época de amagos de puntos finales. Cada lunes es el punto y final a la vida sedentaria, a las cervezas diarias y a la rutina de la vida. Desgraciadamente, las comas nos marcan la existencia. Dejar a los niños en el colegio, coma, conducir al trabajo, coma, pagar la hipoteca, coma, disfrutar tres días de vacaciones, coma. La vida entre comas. La vejez empieza con puntos suspensivos. Se sabe cuando empieza, pero no cuando termina. Nuestro bolígrafo ya no tiene tinta a estas alturas, así que solo queda esperar al punto y final de nuestra existencia. Nuestro libro ya ha sido escrito, publicado y revisado en incontables ediciones que nosotros mismos habremos explicado en cientos de ocasiones a miles de amigos y desconocidos. El lector empieza a contar las páginas que quedan para acabar el libro con inevitable nostalgia y relee los momentos más intensos de la historia con rencor, miedo o cariño, según requiera el párrafo. La vida es como la lectura, cuanto más la practicas, más te gusta. Enric Ochoa-Prieto]]>

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