“La mediocridad se ha convertido en el mayor negocio de nuestro tiempo.”.Hoy, con la figura de Don Francisco de Goya en las manos, sé que son nuestros artistas, nuestros intelectuales y nuestra cultura la mejor manera de saber lo que somos y de cómo hemos llegado hasta aquí. Y observando algunos de los paisajes –algunos- que se ven a través de esa ventana brillante que todos tenemos en nuestras casas y darnos cuenta de que la mediocridad se ha convertido en el mayor negocio de nuestro tiempo. Hemos de volver a mirar con los ojos bien abiertos para tratar de desentrañar cuál es la advertencia que se esconde tras las obras de Goya o de Picasso, para maravillarnos de cómo fueron capaces Falla, Tárrega, Albéniz o Granados para encajar a España en una partitura. A Cervantes, Unamuno, Valle-Inclán, Lorca, Machado… tatuando sobre papel las miserias y grandezas de nuestro pueblo, también expresado, por supuesto, por Buñuel, Saura, Berlanga y mi queridísimo y admirado Almodóvar, así como tantos otros. No sé si este premio me llega cuando me tenía que llegar o si lo merezco, pero creo haber sabido sobrevivir con dignidad y constancia entre los bosques de las subjetividades, las mermeladas del éxito, los páramos desiertos del fracaso y las luces de gas. Pero si algo me hace sentir este galardón es un impulso a apresurarme, a deshacerme de aquello que me ha servido hasta ahora pero que ya no quiero seguir usando. Sé que este reconocimiento establece casi como si de un pistoletazo de salida se tratase una carrera contra el tiempo para no dejar lo realmente importante en el tintero, para entregarme en cuerpo y alma a encontrar los caminos que me quedan por recorrer y que espero, creo, deseo y sé que serán los definitivos, aquellos en los que más se me reconozca. Porque ahora me he dado cuenta de algo que en mis inicios estaba oculto y quizás no completamente identificado: ahora sé de forma clara que elegí este camino y opté por subirme a aquel tren porque de forma inconsciente sabía que la cultura y el arte era la mejor manera de entender el mundo en el que me había tocado vivir. No importa lo lejos que me llevó mi propia trayectoria como actor y el agradecimiento que siento por el mundo de Hollywood –que es mucho por lo bien que allí se me ha tratado y se me ha considerado-, o el respeto que siento por mis hermanos hispanoamericanos. Tienen ustedes que creerme cuando les digo que cada vez que terminaba un plano, una secuencia o una película, mi mente estaba puesta en España. No en Arizona, no en Cleveland, no en Ohio. Para mí lo importante era saber cómo se vería mi trabajo en mi tierra, y para ser más específicos, en Málaga, y para ahondar aún más, en mi barrio (…)
“La razón perdió la batalla, porque no era la mente sino el corazón lo que me guiaba.”El futuro reclama un espíritu crítico que los haga ser mejores. Yo reclamo para las nuevas generaciones de actores, directores y profesionales del cine el cariño y el apoyo que les haga sentir y saber que su esfuerzo y su sacrificio no caen en saco roto. Que merece la pena esforzarse (…)]]>