Hablando se entiende la gente
Un error muy habitual a la hora de expresar nuestra molestia a otra persona es la elección de un momento en el que tenemos una alta activación. Estando bajo el control de la rabia y la indignación no estamos, por tanto, en la mejor posición ni en el mejor momento para analizar lo que ha pasado de una manera objetiva y señalar culpables directos de lo mal que nos sentimos y de tener en cuenta todas las causas que te han llevado a sentirte y pensar así. Recuerda que siempre tienes la opción de comunicar a la persona con la que te sientes molesto/a tu petición de aplazar la conversación para más tarde pero, también recuerda, que no se quede en el tintero.Cuando se trata de comunicar, las cosas no dichas, son un problema en sí mismas: enquistan el problema, nos hacen sentir cada vez más irritados y negamos la posibilidad a la otra persona de advertir y reparar aquellos comportamientos que te hacen sentir de esa manera.Una conversación en un momento agradable, un entorno tranquilo y un abrazo de complicidad es una buena receta para superar malos tragos y establecer acuerdos. ¿Quiere decir esto que debemos andar quejándonos a cada instante? No hasta este punto. De hecho a la hora de hacer una crítica o pedir un cambio de comportamiento debemos recordar que hay determinadas cuestiones que pertenecen al ámbito personal de la otra persona y que, si ésta no quiere modificarlas y, objetivamente, no atenta contra tus derechos ni a los de otros es sólo responsabilidad del que las lleva a cabo cambiarlas o no. Pero ¡ojo! , tampoco nos podemos escudar ni aceptar siempre al recibir una queja o petición de otra persona él: “yo soy así”. Si el cambio es viable, no atenta contra tus valores y realmente crees que puede hacer que mejore la relación y puedas crecer o aprender siempre es una buena opción para ponerte a prueba. Como siempre, el secreto está en el punto medio y en no utilizar a los demás como espejo. Una cosa son nuestros problemas y otra distinta la influencia que los demás tienen en ellos.
Los espejos son interpretaciones que hacemos acerca de pensamientos, conductas, emociones y situaciones. Pero los reflejos pueden ser engañosos y estar empañados por nuestra historia previa, nuestro malestar propio y la visión del mundo que nos forjamos.